lunes, 20 de enero de 2014

«La alegría triste de emigrar»

Durante mi última visita a Venezuela en abril de 2013, recibí un obsequio de una persona muy especial. Se trata de un libro que deseaba tener en mis manos y que narra las aventuras y desventuras de un grupo de venezolanos que emigraron a Norteamérica en busca de una mejor calidad de vida. Este libro se llama «La alegría triste de emigrar», del periodista venezolano Carlos Subero.
 
Desde el prólogo hasta la última página, se describen las experiencias, gratas y otras no tanto, las vicisitudes, los obstáculos y la fortaleza de muchos venezolanos que tomaron la decisión de empezar de nuevo en otro país con una cultura, clima y forma de vida totalmente diferentes. Así lo describe el periodista Mario Villegas en el prólogo:
 
«...cuando hablamos de emigrar no se trata de echarse un maletín al hombro para aventurar. Tampoco de irse a sobrevivir precariamente en otra tierra, sino de hacer vida digna, de trabajar, de estudiar, de hacer todos los esfuerzos por insertarse y conquistar un espacio en aquella sociedad, labrarse un camino y un futuro no solo para sí mismo sino también para la descendencia.
 
Los muchos y variados testimonios que Subero recoge en este libro evidencian el elevado precio afectivo, emocional, familiar y hasta patrimonial que para esos emigrantes venezolanos ha representado la decisión de abandonar su país de origen para irse a vivir a Estados Unidos y Canadá, territorios con idioma, historia, cultura, idiosincrasia y legislación diferentes. Pero también evidencian que, en su gran mayoría, las razones que los motivaron a tomar semejante decisión han tenido para ellos mucha más validez que cualquier costo por pagar».
 
Un tema tan vigente pero tan obviado, políticamente hablando, en Venezuela, y del cual Subero hace un amplio análisis periodístico y estadístico, donde maneja testimonios de lo más sorprendentes, lo cual hace del libro un recurso muy valioso para formarse una opinión objetiva y completa de la emigración venezolana que ha partido hacia Norteamérica.
 
«La alegría triste de emigrar» como título de la obra, surge de un recuerdo del autor de una opinión emitida por el cantautor español Joan Manuel Serrat sobre su exilio forzado y su vida fuera de España a raíz del gobierno del General Francisco Franco: «...eso (vivir fuera de su patria) sería una alegría muy triste».
 
Y es así como Subero reúne una serie de entrevistas a estos 'exiliados' venezolanos de cuyos testimonios más destacados, se pueden extraer los siguientes fragmentos:
 
  • Florinda: «Mis hijos ya hicieron raíces en este país. Ya pasé lo peor, ya aprendí inglés, ya me volví (norte)americana. Siento a Venezuela como mi propio país, lo amo, lo adoro, pero cuando voy allá me siento fuera de sitio y cuando estoy aquí también porque los (norte)americanos me ven como una latina más. Una queda como en el aire. Pero eso es algo que yo tuve que vivir para que mis hijos tengan mejor futuro».
 
  • Adolfo: «No leo ya casi nada (de Venezuela). La última vez que fui fue hace cuatro años. Me desconecté... tiré la toalla... después de más de 20 años trabajando y jodiéndome, mi país no me dio nada».
 
  • Alejandra: «Yo me siento como un alien, porque no soy ni de aquí ni de allá. No me identifico con la cultura (norte)americana, pero es aquí donde decidí vivir y cada vez que voy a Venezuela me siento más turista, me siento menos venezolana, aunque soy nacida y criada en Venezuela».
 
  • Oris: «Considero que he tenido suerte pero también me he fajado para llegar adonde estoy. Volver a Venezuela creo que sería imposible porque nunca tendría las oportunidades que tengo aquí. Vivimos cómodamente, nuestros sueldos nos dan para pagar una casa, que construimos a nuestro gusto, cubrir nuestros gastos y para ahorrar para nuestro retiro y la universidad de los niños. Y de vez en cuando nos echamos alguna escapadita sin tener que preocuparnos por Cadivi. En mi trabajo nadie me ha preguntado por mi afiliación política ni tengo que pretender ser de un bando o del otro para surgir. Cuando voy al supermercado no me tengo que preocupar de si voy a encontrar pañales, leche o café. Por último y más importante, vivimos tranquilos, sin preocuparnos de que nos van a robar el celular o las prenditas, sin preocuparnos de que alguien nos vaya a quitar lo que hemos comprado con nuestro esfuerzo».
 
  • Ángela: «Yo tengo amigos norteamericanos aquí, los he hecho a través del trabajo, pero ese calor humano que el venezolano sabe darle al extranjero, eso no existe aquí. Yo tengo mis valores venezolanos. Mi mentalidad y mi corazón están en Venezuela, pero me da pavor ir hasta de visita. Me siento exiliada por la inseguridad que hay en mi país. Todos los días atracan o secuestran a algún amigo mío. Siento pánico por ellos, tengo familia allá. Añoro mi país. Mi familia, los lugares, todo. Pero la Venezuela que yo dejé no es la Venezuela de hoy. Yo veo un país que está destruido... De lo único que habla la gente en Venezuela es de política y lo único que hacen es pelear. Aquí eso no existe. Pero Venezuela es un paraíso. He viajado y creo que Venezuela es de los países más bellos del mundo. Pero con las cosas que han  sucedido, acabando con la propiedad privada, con ese odio entre hermanos, ese no es mi país. Eso no es lo que yo quiero».
 
  • Patricia: «La última vez que fui la gente estaba muy agresiva, maleducada, no me dieron ganas de volver, aunque entonces lo podía hacer cada año. La inseguridad fue una de las cosas que me hicieron mudarme de ahí. Para entonces no tenía ninguna prenda de oro, todas me las habían robado en las calles. No quiero regresar a un país donde no tengo nada que ofrecer a mis hijos, en comparación con lo que tuve cuando era pequeña: la libertad de moverme por todas partes, ir a la calle sin  que pasara nada, ir al colegio, que no me coartaran lo que iba a aprender, un supermercado lleno de cosas accesibles para todo el mundo. Podías viajar y todos pensaban que Venezuela era un lugar maravilloso para vivir».

Uno de los aspectos más relevantes de «La alegría triste de emigrar» se puede apreciar en el libro a través de la opinión del sociólogo Iván De la Vega, especialista en emigración con énfasis en la fuga de talento y la lucha de los países por el talento científico y tecnológico. De la Vega alude al término «diásporas intelectuales» (Por Jean-Baptiste Meyer y otros) como «aquellas personas altamente calificadas en ciencia, tecnología y educación que se van de países de menor desarrollo a países de mayor desarrollo, se reconectan con su país de origen a través de asesorías, visitas cortas de cooperación internacional y con formación de personal altamente calificado». Por su parte, manifiesta su opinión con respecto al peculiar caso venezolano: «...aquí (en Venezuela) las diásporas intelectuales no aplican porque los que se van del país, en altísimo porcentaje, no quieren reconectarse... influyen varios puntos: por una parte, el gobierno no los quiere, por la otra ellos no quieren al gobierno "y además muchos están ya nacionalizados y en condiciones de vida muy superiores a las venezolanas"».
 
En lo personal, puedo dar fe de esta conclusión a la que llega De la Vega, no tanto por el hecho de no querer "reconectar" con el país de origen; si bien es cierto que procuro mantener tradiciones y costumbres que forman parte de mi identidad como venezolana, también estoy consciente de que la calidad de vida, la estabilidad y la tranquilidad que he logrado a lo largo de estos 4 años como residente en España (incluyendo la adquisición de la nacionalidad española), no podré obtenerlas mientras viva en Venezuela, por muy duro que implique reconocerlo. Por ende, me siento muy identificada con los testimonios de los venezolanos que Subero menciona en su obra, de modo que la experiencia de emigrar siempre termina resultando, como el autor indica, «una alegría muy triste», es una experiencia agridulce.
 
Como crítica constructiva que me atrevo a ofrecerle al autor, sugiero que no aluda a la inmigración bajo el calificativo de "ilegal". En el mundo de la extranjería se suele denominar a los inmigrantes sin papeles como "inmigrantes en situación irregular".
 
Para concluir, si usted se encuentra en el proceso de planificación migratoria pero tiene dudas y/o quisiera indagar acerca de cómo ha resultado la experiencia para otras personas que han decidido dar ese gran paso, «La alegría triste de emigrar» es un libro que usted debería leer y que quizás pueda ayudarle a decidir. Emigrar no es un juego, es una decisión que requiere de una planificación exhaustiva, evaluando los alcances, los sacrificios a realizar, los objetivos a alcanzar, los pasos a seguir, los pros y contras y, finalmente, la toma de decisiones definitiva y con este libro, puede formarse una idea si está en la búsqueda de una mejor calidad de vida fuera de su país de origen.
 

viernes, 3 de enero de 2014

Enlaces de información sobre Inmigración

Si estás pensando seriamente en emigrar, a través de No Hay Fronteras te brindamos los enlaces de acceso a los portales web de Extranjería de los principales destinos migratorios del mundo, así como los respectivos trámites, servicios e información en materia de inmigración correspondientes a cada país:



 




 


 


Emiratos Árabes Unidos: http://goo.gl/cS7MNp




 





 
Nueva Zelanda: http://goo.gl/mbgQCI



 



República Dominicana: http://goo.gl/57fGF0
 
Saudi Arabia: http://goo.gl/bixSkX
 
 
 
 
Reino Unido: http://goo.gl/LZj81t
 



 
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