jueves, 28 de agosto de 2014

El equipaje es una cosa infinita - Lena Yau



"A trip in the clouds" by Alessandro Gottardo

Para Adrian y Raquel.
“Sangran en mí las hojas de los árboles”.
Eugenio Montejo.
 
Todavía encuentro alguna camiseta ovejita hecha un rebujo en el fondo del baúl de madera que en Caracas usaba de mesa para la tele y que en Madrid uso para guardar la ropa de verano cuando es invierno y de invierno cuando es verano.
 
Parecía tan grande allá. Acá su capacidad es insuficiente.
 
Mi mano toca la tela de franela y la reconoce.
 
No necesito mirar para saber.
 
Mi mano tiene memoria.
 
Pasa también cuando busco ibuprofeno en el mueble de las medicinas.
 
A ciegas, por pereza de encender la luz, mi mano tantea, explora volúmenes y formas, tropieza con una pestaña de cartón que el tacto lee, ésta no, ésta es de allá, juega al toca–toca para adivinar, ¿será ponstan? hasta dar con la caja que necesito.
 
El tropiezo con la cajita de allá me dispara, me hace volar y aterrizar en el asiento trasero de un taxi, quince años atrás. Allí, engurruñada por una mezcla de frío, dolor y miedo, pensaba en círculos sin poder parar de llorar.
 
El hilo musical de mi cabeza sonaba así:
 
Qué frío tan horrible, ¿cómo se llamará esta autopista?, se parece al pulpo, el cartel dice M30, M30, ¿qué quiere decir M30?, no me ubico, ¿cómo saber dónde está el norte si aquí no hay Ávila?, este taxista no habla, qué pinta de malandro, esos pelos, por favor, el camino de vuelta se me está haciendo más largo que el de ida, el dolor me está reventando, y eso que tengo anestesia, odio la anestesia, me pica en la mejilla, no siento la boca, no se me entiende cuando hablo, ¿cómo voy a hacer en la farmacia?, ¿cómo se dirá ponstan aquí?, yo quiero ponstan, una merengada de ponstan, ¿cómo se dirá esa vaina en españoleto?, este taxista me quiere secuestrar, esta no es la vía por la que vine, ¿por qué agarró por aquí?, está claro, me quiere secuestrar, en la autopista no hay semáforos, ¿y si me tiro?, ¿me pasará mucho?, va a cien kilómetros por hora, si me tiro pongo la mejilla derecha primero, segurito que no me duele, me inyectaron anestesia por carajazos, voy a llorar callada para que crea que soy valiente, le voy a decir que no me secuestre, que le va a salir mal el negocio, que me duele mucho la muela, que enferma soy imposible y que en esta ciudad nadie pagaría por mí un rescate, qué triste, aquí no valgo medio, aquí no soy nadie, aquí no existo, aquí no salgo en la guía telefónica, aquí no soy secuestrable, aquí no me puede doler la muela porque no sé decir ponstan.
 
Ahora me río pero…
 
Vivo en un mundo bilingüe.
 
Camisetas de aquí y de allá, medicinas de aquí y de allá, comida de aquí y de allá, palabras de aquí y de allá.
 
Todo se traduce.
 
Siempre fue así.
 
Hija de inmigrantes españoles, mi mundo era un cubo de Rubik.
 
Los hermanos de mi padre y de mi madre se unieron también a inmigrantes.
 
Españoles, alemanes, italianos, portugueses y más.
 
Vivía una realidad de cuadritos de colores que combinados al azar hacían las caras de un cubo.
 
Había que traducir todo.
 
Poner lo que era de allá y acá en su lugar.
 
Supongo que por eso no tengo claro si soy una emigrante, una inmigrante, una retornada.
 
Aquí soy de allá, allá soy de aquí.
 
A veces imagino el mapa de mi país: geografía de cielos.
 
El de Venezuela, el del España, el del Atlántico entre ambos.
 
Una tarde, mi hijo hace un cuenco con sus manos y me ofrece su botín:
 
Una piña de pino, tres bellotas maduradas, una granada color gris ciudad.
 
Veo las palmas de sus manos, sudadas y pegajosas y el recuerdo superpone sobre ellas, las mías, más de treinta años antes, yo pequeña, en aquel valle verde, llevándole a mi madre mi tesoro: mangos y cocos por crecer, guayabas picadas de gusanitos blancos, envoltorios de torontos que juntaba y alisaba con mucha paciencia, la pluma de un turpial.
 
Se lo cuento a mi hijo y pregunta por el nombre del árbol del coco.
 
Cocotero, le digo.
 
No me cree.
 
Me pide merendar “ese pan redondito de tu país que rellenas con York”…quiere arepas con jamón.
Llamo a mis compadres y atiende mi ahijada.
 
Me habla de Segovia, de Burgos, de Guadalajara, de San Lorenzo del Escorial.
En su boca de niña esas geografías suenan tan mayúsculas que me dan ganas de decirle:
 
— Princesa, no digas palabrotas.
 
Entonces me recuerdo diciendo Carabobo, Guasdualito, Margarita, Parapara, Barquisimeto, Aragua, ante la cara desorientada de los adultos de mi familia.
 
No sé bien de qué me fui.
 
Sólo sé que tenía que irme.
 
Y que el país intentó detenerme.
 
Primer aviso; piénsalo bien, traidora:
 
Cuatro días antes de la partida: bajando por la autopista de Prados del Este, una lámina de conglomerado mal amarrada, se desprendió del camión que iba delante de mi carro y se estrelló contra el parabrisas.
 
Segundo aviso; no lo vas a poder contar, traidora:
 
La última imagen de mi ciudad adorada: atrapada una torre de Plaza Caracas. Busco la ventana y miro diez pisos hacia abajo. En el asfalto negro y bacheado, una decena de ballenas con sus chorros más que disuasorios, jaulas, patrullas, gente en estampida, gritos, triquitraquis…¿eran triquitraquis?
 
Tercer aviso; ahora o nunca, traidora.
 
Colofón de la fuga: a diez metros del estacionamiento del aeropuerto, con las maletas que vendrían por avión, con los pasaportes en la mano, curva cerrada, mancha de aceite, chirrido de cauchos que derrapan, equipaje que vuela, cinturones que felizmente no estaban vencidos y funcionaron como debían.
 
Cuarto aviso; aquí también estoy:
 
La venganza: en Madrid, de camino a tramitar mi Documento Nacional de Identidad. Yo mirando a través de la ventana cafeterías con dibujos de churros, yo pensando que el atasco me iba a hacer perder la cita, yo considerando si pagar la carrera e irme caminando, yo escuchando unos gritos, una frenada larga, un golpe seco. Yo recuperando la consciencia mientras voces preguntaban si me siento bien, si quiero llamar a alguien, si me ayudan a poner la denuncia.
 
Y hoy, tantos años después, tan lejos de todo aquello, sigue aquí.
 
En un semáforo en la calle Alcalá.
 
A mi derecha, Las ventas.
 
Pululan rumanos que quieren limpiarme el parabrisas.
 
A mi izquierda, una ambulancia. En su carrocería leo: San Román.
 
Se abre el océano y todo está en un mismo sitio.
 
Regresa la cola sonora de un extra, rehenes en una clínica, ladrones, policías.
 
Desecho aquello.
 
Pienso en mi hijo y en mi ahijada comiendo mamones con los antebrazos embarrados del juguito que chorrean, con las lenguas pintadas de amarillo de raspado de parchita, cantando los chimichimitos y el pájaro guarandol, sabiendo escoger los árboles a trepar (guayaba no, que resbala, aguacate no, que la rama se quiebra), pronunciando con soltura chaguaramos y Guachirongo.
 
Eso será posible desde la memoria, desde la palabra de los poetas, desde las páginas de los libros, desde el humo de una empanada de carne mechada hecha en invierno.
 
Yo hice un viaje de vuelta que ellos harán cuando sea oportuno.
 
Mientras tanto, ellos también viven un mundo bilingüe que ven como un plus, una ganancia, un extra.
Jamás como una pérdida.
 
No sé si quince años después alguien pagaría un rescate por mí.
 
Sé que aparezco en la guía, que me encuentro a amigos por casualidad en la calle, que el paisaje me responde cuando le hablo.
 
Sé que tengo un país con un mapa hecho de tres cielos que son uno solo.
 
Y que el Ávila marca el norte dentro de mí.
 

martes, 26 de agosto de 2014

[Testimonios] Venezolanos en el exterior - Mariclé García

Damos la bienvenida a este segmento de No hay fronteras a Mariclé García, venezolana radicada en Argentina, quien nos cuenta su experiencia desde el exilio.
 
 
«Duele mucho ver desde lejos como el país donde nací, crecí y viví 39 años de mi vida no es, no está. Estar, sin estar, no es fácil. Nuestro compromiso es ejercer el gentilicio de manera que conozcan la mejor versión del venezolano: alegre, amable, solidario, chévere. No esto en lo que nos han convertido».
 
El Rosedal de Palermo. Imagen tomada de http://elamoreslibre.ning.com/
 
Nombre: Mariclé García Pelayo
Edad: 47 años
Profesión: Ingeniero Industrial
Nivel de estudios: Universitario
Lugar de nacimiento: Punto Fijo, Paraguaná. Estado Falcón
País de residencia: Argentina (Buenos Aires)

¿Cómo nace la idea de emigrar?
Ambos, tanto mi esposo como yo, somos ex trabajadores de PDVSA. No creo haga falta recordar la persecución de la que fuimos objeto. Las empresas que estaban dispuestas a darnos trabajo eran amenazadas por el gobierno de rescindirle contratos. Así nos fue impuesto un cerco asfixiante… Fue ahí cuando decidimos buscar opciones más allá de nuestras fronteras.
 
¿Trabajabas en el momento de tomar la decisión de marcharte?
Trabajaba en casa a tiempo completo :) Disfrutando de mis hijos y ocupándome de que todo estuviera en orden.
 
¿Te costaba encontrar trabajo en tu área? ¿Eran buenas las condiciones económicas?
Era difícil tomando en cuenta que mis 10 años de experiencia laboral fueron en PDVSA. Y eso, para la fecha, era un estigma.
 
¿Cómo está siendo la experiencia de vivir y trabajar fuera de Venezuela?
Actualmente no trabajo. Vivir en este país maravilloso que es Argentina ha sido una experiencia fascinante. Buenos Aires nos abrazó con su aroma de tango desde el primer día. Esta ciudad es una bendición. Hay de todo, para todos. Parques, plazas, museos, teatros, librerías, edificios de todos los estilos arquitectónicos… Mención aparte para la gastronomía argentina. ¡De 10!
 
¿Consideras que las condiciones, tanto laborales como sociales, son mejores en tu actual lugar de residencia?
Indudablemente, sí. Aunque la carga impositiva es alta, hay mejores condiciones que en Venezuela. Algo para destacar es el buen funcionamiento del transporte público. A pesar de ser una ciudad inmensa, cuenta con un excelente servicio de transporte. Hay líneas de colectivos que recorren TODA la ciudad a un costo bastante razonable. Esa es una de las cosas que más llama la atención a quienes han venido a visitarnos.
 
¿Echas de menos Venezuela? Si es así, ¿qué es lo que más añoras?
Venezuela es mi piel. ¿Cómo no extrañarla? Antes dije que Buenos Aires nos había abrazado con aroma de tango desde el primer momento. Ahora debo puntualizar que el Alma Llanera no ha dejado de estar en mi corazón ni un segundo. Añoro muchas cosas… Mi familia, mis amigos, el sabor y sazón de nuestra comida, el mar, mi Cerro de Santa Ana, ¡el chocolate! ¡La lista es larga!
 
¿Qué es lo que más te gusta de tu actual lugar de residencia?
Todo. De Buenos Aires me gusta todo. Si tengo que mencionar algo en particular diría que sus plazas y parques, oasis en medio de la jungla de concreto.
 
¿Y lo que menos te gusta?
Ver que cada vez hay más gente viviendo en la calle. Eso me entristece mucho.
 
Si las cosas estuvieran mejor ¿te plantearías volver a Venezuela?
Sí. Hay que refundar a Venezuela y eso solo será posible con la ayuda de todos.
 
¿Consideras positiva tu experiencia actual?
Sí, mucho. Somos venezolanos, sin embargo, todos los días reconstruimos nuestra identidad. Aprendimos a vivir con cuatro estaciones al año y así como amigos argentinos descubrieron las arepas y tequeños, nosotros disfrutamos una rica carbonada.

¿Vives con cierta frustración la actual situación venezolana? ¿Sientes impotencia y ganas de hacer algo por Venezuela desde tu actual residencia?
¿Con cierta frustración? Con ABSOLUTA frustración. Duele mucho ver desde lejos cómo el país donde nací, crecí y viví 39 años de mi vida no es, no está. Estar, sin estar, no es fácil. Nuestro compromiso es ejercer el gentilicio de manera que conozcan la mejor versión del venezolano: alegre, amable, solidario, chévere. No esto en lo que nos han convertido.
 
¿Hubieses pensado verte en esta situación hace algunos años?
Nunca. Ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado que Venezuela llegara a la situación en que está.
 
Por último, un mensaje dirigido a quienes están pensando en la posibilidad de emigrar
Emigrar es una decisión personalísima. A quienes están considerándolo les digo que decidan según lo que crean es mejor y una vez estén convencidos, sigan adelante. No es fácil, pero con actitud y voluntad todo se puede.-

martes, 19 de agosto de 2014

El exilio desde adentro - Karen Navas

Nos complace dar la bienvenida a Karen Navas a nuestro espacio "El exilio desde adentro". Karen es una estudiante caraqueña que nos da su visión acerca de la emigración venezolana.
 
 
«...Ojalá algún día todos puedan regresar al país que siempre estará esperándolos; después de todo, el venezolano que emigra siempre se lleva consigo un pedacito de país, así quizás cuando volvamos a estar todos juntos, dejaremos de ser piezas regadas por el mundo y podamos armar el rompecabezas que hace tiempo se desarmó.»
 
 
Nombre: Karen Navas
Edad: 23 años
Profesión: Estudiante de Educación, mención Desarrollo de Recursos Humanos
Nivel de estudios: Universitario
Lugar de nacimiento: Caracas
País de residencia: Venezuela
 
¿Qué opinas acerca del fenómeno migratorio en Venezuela? 
Debo decir que me preocupa y me entristece.  Cada vez me despido de más y más conocidos que al marcharse lo que hacen es decirme “no te quedes aquí”, “busca la oportunidad de irte”, “en este país no hay futuro”“¿qué estás esperando para irte?”. Y es que no los culpo ni los juzgo, aquí ya no se puede vivir.
Me preocupa que justo los que quieren un cambio para el país son los que se están yendo o los que tienen planeado irse y me pregunto: si todos nos vamos, ¿quién cambiará esta realidad? La mayoría espera volver cuando la situación del país mejore, cuando toda esta problemática acabe, pero ¿en manos de quién están dejando el cambio que desean ver? Ha sido difícil para mí, y sé que para muchos de los que aún estamos aquí, seguir luchando por un país mejor cuando en esas luchas nos sentimos cada vez más solos; sentimos que, por diferentes circunstancias (entre ellas el “fenómeno migratorio”), cada vez somos menos.
 
¿Consideras que es beneficioso o perjudicial para el país?Totalmente perjudicial, sin duda. Es mucho talento humano el que se ha ido y sigue yéndose, millones de personas con el potencial que Venezuela necesita para salir adelante y que nadie garantiza que regresen.  No es sólo una “fuga de cerebros”,  es más lo que ha perdido el país de muchos de los venezolanos que decidieron o deciden emigrar: la identidad, el sentido de pertenencia, el amor por su tierra y, entre otras cosas, las ganas de querer regresar.
 
Durante los últimos 15 años, ¿has tenido que despedir a familiares y/o amigos que se han marchado de Venezuela?Sí, me ha tocado decirle “hasta pronto” (con la esperanza de que así fuese) a muchas personas entre familia, amigos y compañeros de trabajo. Tuve que despedir hace 2 años a mi tía y fue una experiencia de sentimientos encontrados: por un lado me contentó mucho y me dio muchísima tranquilidad saber que se iría a un lugar con mejores condiciones de vida que las que tenía aquí; sabía que estaría tranquila, segura, con la persona que ama y que tendría las oportunidades de desarrollo personal y profesional que en Venezuela no había conseguido. Por otra parte, sentí mucha tristeza por tener que despedirla, por la incertidumbre que generó decirle adiós sin saber con certeza cuándo volveríamos a encontrarnos, por tener que verla partir del país por el que tanto trabajó y por saber que por la distancia, sería muchísimo más complicado para mí y muchos de la familia compartir con ella esas cosas que no se ven a través de una pantalla de computadora y que no se escuchan ni se sienten igual por medio de una llamada telefónica.
 
¿Mantienes el contacto con ellos? ¿Qué opinas acerca de su decisión de emigrar?Sí, claro, mantengo contacto frecuente con mi tía, el año pasado tuve la increíble oportunidad de visitarla y viajar por primera vez fuera del país;  y, eventualmente converso con algunas de las otras personas de las que me tuve que despedir. La tecnología ha facilitado mucho el comunicarnos aunque el compartir a través de la computadora o el celular realmente nunca será suficiente.
Decidir emigrar, considero, es un acto de valor y determinación. No los juzgo y por difícil que sea, apoyo sus decisiones de emigrar. Celebro el coraje que tuvieron para emprender un nuevo rumbo hacia una vida distinta, una vida mejor; para soltar los amarres, frenar el desapego, dejar atrás su gente, su tierra, la vida que llevaban y las costumbres y tradiciones a las que estaban habituados, en función de poder ser y lograr aquello que sueñan y quieren para sí mismos. Apoyo el no querer resignarse a vivir en un lugar que te limita, en el que todo es limitado, trabajando más para cada vez tener menos.
 
¿Cómo está siendo la experiencia de vivir en Venezuela cuando una parte importante de la juventud desea irse del país?
Sinceramente la experiencia no es agradable, es incómoda y frustrante. Hay demasiado descontento, rabia, decepción y dolor en el rostro de una gran cantidad de jóvenes venezolanos… es lamentable que una gran parte del futuro de este país, desee emigrar.
Sencillamente muchos no logramos visualizar nuestro futuro en esta Venezuela, la moda hoy en día es hablar sobre: “¿para dónde te vas?, ¿cómo te vas?, ¿cuándo te vas?, ¿qué esperas para irte?”... IRSE, IRSE, IRSE... ese parece ser el pensamiento recurrente, el grito ahogado de muchos de mis amigos, compañeros de estudio, familiares y entorno en general.
 
¿Te plantearías irte de Venezuela?
Lamentablemente sí, es mi pensamiento constante. Ya trabajo en eso.
 
¿Crees que la idea de emigrar y elaborar un plan migratorio resulta fácil encontrándote en Venezuela? 
Para nada. No es nada fácil por como lo veo, pero tampoco imposible. En cuanto a los trámites, aquí todo es un proceso largo, lento y frustrante. Todo es cada vez más limitado, se cierran más y más puertas, las oportunidades que encuentras suelen ser cada vez más inalcanzables y ni hablar de lo que implica económicamente empezar de cero en otro lugar. Ahorrar es sumamente difícil por el alto costo de la “vida” y no puedes asegurar absolutamente nada por lo imprevisible que son los cambios en las medidas económicas y sociales del país.
Aunado a eso, el aspecto más difícil de sobrellevar, en mi opinión, es el emocional; el tener que dejar a prácticamente toda la familia y buenos amigos aquí creo que es la piedrita de tranca (obstáculo) de muchos, al menos es la mía.
 
¿Vives con cierta frustración la actual situación venezolana? ¿Sientes impotencia y ganas de hacer algo por el país?
Si, muchísima frustración e impotencia pero ya basta. La situación de Venezuela es tan aberrante que frecuentemente nos convertimos en la peor versión de nosotros mismos. Tantos sentimientos y emociones negativas a nadie le han hecho bien, la situación país y el contexto en el que estamos han sido factores desencadenantes de tantas malas actitudes, comportamientos y enfermedades.
Sí, he sentido ganas de hacer algo por mi país y lo he hecho. He hecho todo lo que puedo hacer, pero sinceramente estoy agotada; he dejado, al igual que muchos venezolanos, mis energías, mi esfuerzo y mi corazón en los múltiples intentos por cambiar esta realidad. Ahora lo que siento son ganas de luchar por mí y mi bienestar, por lo que sueño y para ofrecerle una vida mejor a mi familia, a la que podré formar en un futuro y definitivamente la decisión es: trabajar para alcanzar mis sueños, independientemente del lugar a donde tenga que ir para lograrlo.
 
¿Hubieses pensado verte en esta situación hace algunos años? La verdad no.
 
Por último, un mensaje dirigido a los venezolanos que han emigrado:
Sólo ustedes que han vivido aquí saben qué es, en esencia, ser venezolano. Espero de todo corazón que estén donde estén, puedan siempre recordar la Venezuela de la que TODOS en algún momento de nuestras vidas nos hemos enamorado. Les agradezco pues han sido ejemplo de valor, coraje y firmeza para muchos de los estamos aquí, para el mundo entero y ojalá algún día todos puedan regresar al país que siempre estará esperándolos; después de todo, el venezolano que emigra siempre se lleva consigo un pedacito de país, así quizás cuando volvamos a estar todos juntos, dejaremos de ser piezas regadas por el mundo y podamos armar el rompecabezas que hace tiempo se desarmó. Los queremos, mi respeto y admiración por ustedes: nos vemos aquí o por allá, cuando yo me vaya.-

martes, 12 de agosto de 2014

[Testimonios] Venezolanos en el exterior - Mariana Ramírez

En esta nueva entrada de No Hay Fronteras, le damos la bienvenida a Mariana Ramírez, licenciada residenciada en Canadá, quien nos cuenta cómo ha sido su experiencia como emigrante en ese país.
 
«Planificación, paciencia y perseverancia son las claves del éxito».
 

Vista de Montreal desde Mon Royal

 
 
Nombre:  Mariana Ramírez
Edad: 30
Profesión: Licenciada en Publicidad
Nivel de estudios: Universitario (pregrado)
Lugar de nacimiento: Venezuela
País de residencia: Canadá
 
¿Cómo nace la idea de emigrar?
Cuando estaba terminando mis estudios en el 2006, me di cuenta de que no había futuro en Venezuela. Busqué información sobre emigración y encontré la pagina web 
www.mequieroir.com. Me suscribí. Un día, recibí una invitación para una charla en una firma de abogados con datos de interés sobre Canadá. Asistí y quedé enamorada de ese país.
 
¿Trabajabas en el momento de tomar la decisión de marcharte?
Sí, trabajaba en una agencia de vallas publicitarias. Pero no tenía un buen puesto y el ambiente no me gustaba. Para tener un mejor puesto tenía que hablar inglés, así que hice un curso del idioma en Canadá, no sólo para aprenderlo sino para conocer el lugar donde iba a vivir. A partir de ahí inició mi proceso.
 
¿Te costaba encontrar trabajo en tu área? ¿Eran buenas las condiciones económicas?
En mi área fue relativamente fácil, ya que tengo experiencia en el manejo de sistema de reservaciones y estuve trabajando 2 años como agente de viajes. Una vez aquí en Canadá, gracias a esos conocimientos adquiridos en Venezuela y a un dominio intermedio de francés (ya que vivo en una provincia francófona), me contrataron 4 meses después de haber llegado.
 
¿Consideras que las condiciones, tanto laborales como sociales, son mejores en tu actual lugar de residencia?
Sí, definitivamente. Tengo muchas más oportunidades tanto en publicidad como en turismo. Adicionalmente, Canadá trabaja con un sistema socialista bien llevado: sistema de salud gratuito, escuelas primarias y secundarias gratuitas y de buen nivel, seguridad, etc.
 
¿Echas de menos Venezuela? Si es así, ¿qué es lo que más añoras?
¡Muchísimo! Lo que más añoro es a mi familia, a mi novio, a mis amigos y el clima.
 
¿Qué es lo que más te gusta de tu actual lugar de residencia?
La tranquilidad y la seguridad.
 
¿Y lo que menos te gusta?
La cultura, sus costumbres son distintas a las del venezolano. Son un poco fríos.
 
Si las cosas estuvieran mejor, ¿te plantearías volver a Venezuela?
Tal vez. Aunque la gestión gubernamental cambie, va a costar mucho que los venezolanos vuelvan a tener los mismos valores que antes.
 
¿Consideras positiva tu experiencia actual?
Sí, he aprendido mucho y he crecido como ser humano.
 
¿Vives con cierta frustración la actual situación venezolana? ¿Sientes impotencia y ganas de hacer algo por Venezuela desde tu actual residencia?
¡Sí! Durante los sucesos de febrero de 2014, los venezolanos radicados aquí nos organizamos y se convocaron archas para llamar la atención del canadiense acerca de lo que estaba sucediendo en Venezuela. Aunque me gustaría hacer más.
 
¿Hubieses pensado verte en esta situación hace algunos años?
No, jamás pensé en emigrar hasta que me di cuenta de que ya no había futuro.
 
Por último, un mensaje dirigido a quienes están pensando en la posibilidad de emigrar
Planificación, paciencia y perseverancia son las claves del éxito. Lo mas difícil no es emigrar, es mantenerse en el nuevo país. Este proceso es sólo para valientes.-

martes, 5 de agosto de 2014

El exilio desde adentro - Kevin Jaimes

Le damos la bienvenida a "El exilio desde adentro" a Kevin Jaimes, joven venezolano que comparte con nosotros su punto de vista acerca de la emigración.
 
«Cuando de cumplir sueños se trata, no hay nada que pueda detenerlos. Espero que algún día Venezuela pueda ser el mejor país del mundo y que, estando donde estén, digan que regresarán a sus orígenes y puedan respirar aires de libertad…»
 
 
Nombre: Kevin Jaimes
Edad: 24 años
Profesión: Contador Público
Nivel de estudios: Universitario
Lugar de nacimiento: Caracas
País de residencia: Venezuela
 
¿Qué opinas acerca del fenómeno migratorio en Venezuela?
Creo que, más que un fenómeno, es una realidad fuerte, latente y palpable por la que está pasando Venezuela.  En estos últimos meses, es increíble la cantidad de personas conocidas que han "huido" del país en busca de una mejor calidad de vida (independencia, estabilidad económica, seguridad social, seguridad jurídica, entre otras tantas). Sinceramente, es una realidad preocupante, que en lo personal me genera mucha inquietud ya que lo percibo como una señal, muy tentadora por cierto, que me dice «¿Qué estás esperando?».

¿Consideras que es beneficioso o perjudicial para el país?
Con esta pregunta intentaré ser pragmático. Evidentemente, es bastante perjudicial la fuga de cerebros y personas preparadas que emigran de nuestro país en búsqueda de alternativas y de un futuro mejor. Sin embargo, confío en que, para estas personas, esto sólo sea un proceso de aprendizaje temporal que los ayude, algún día, a retornar a Venezuela (cuando todo mejore, supongo, y siendo muy optimista en este sentido) y de alguna forma tomar todo lo aprendido de otras culturas, costumbres  y tradiciones para aplicarlas al país y lograr de una vez por todas el crecimiento y la prosperidad que muchos Venezolanos llevan durante años luchando y esperando.

 
Durante los últimos 15 años, ¿has tenido que despedir a familiares y/o amigos que se han marchado de Venezuela?
¡Muchos! Y más que irlos a despedir, es enterarse o que sea tema de conversación común en una reunión social. Recuerdo escuchar, por ejemplo, que la prima de una amiga se fue o una pariente lejana de algún compañero se fue para otro país.

Ahora es duro decir: mi hermana se fue del país o mi hermano se está preparando para hacer vida en otro lugar. Nunca imaginé que esto podría pasar en mi núcleo familiar y con mis compañeros más cercanos.

¿Mantienes el contacto con ellos? ¿Qué opinas acerca de su decisión de emigrar?
Eventualmente, así como ver fotos y videos en las redes sociales. Sigue siendo una realidad dura. Me alivia saber que estando en otros lados, estén tan contentos, tranquilos y seguros, pero sin duda me da un poco de frustración saber que no puedo gozar de tantos beneficios en mi propio país.
Sobre su decisión de emigrar, sinceramente admiro el valor que tienen de dejar todo y partir hacia otro norte y me alegra mucho saber que consiguieron una solución para seguir adelante, a pesar de los apegos y de la nostalgia del calor Venezolano.

¿Cómo está siendo la experiencia de vivir en Venezuela cuando una parte importante de la juventud desea irse del país?
Como lo he comentado anteriormente, siento que esto es una señal o una alarma que me dice que tengo que hacer algo al respecto. Aún creo en mi país y siento que algún día puede mejorar y salir de esta incertidumbre en la que vivimos, sin embargo, en este momento decidí darle un plazo a esta situación, ya que no es posible que sigamos siendo la mujer que el esposo la golpea pero ella sigue creyendo que él la ama, metafóricamente hablando. Decidí darle a Venezuela hasta el 2014, no más de allí.

¿Te plantearías irte de Venezuela?
Las circunstancias me obligan y a pesar de ser lo más positivo posible, lamentablemente la realidad es cada vez más fuerte y la vida en Venezuela es insostenible. Este año lo he pensado constantemente cada vez que me levanto y cada vez que me voy a dormir. Pienso en opciones, pienso en personas, pienso en oportunidades; creo que inevitablemente ese será el capítulo final.

¿Crees que la idea de emigrar y elaborar un plan migratorio resulta fácil encontrándote en Venezuela? 
Para nada, considero que tengo un espíritu aventurero y de probar nuevos espacios que me permitan poner a prueba mis capacidades y mis formas de ver la vida. Sin duda recibo con entusiasmo el hecho de plantearme la idea de emigrar y de elaborar un plan de acción para ello. Lo difícil de todo esto es el apego a todo lo que amas y a todo lo que tienes en tu país (familia, amigos, costumbres, responsabilidades, tradiciones).
Quizás sea más sencillo estando en un viaje en otro país, ya que estaría viendo a Venezuela desde otra perspectiva. Sucede mucho que cuando uno está en una situación de conflicto o está tan inmerso en algo como nuestra situación-país, resulta más difícil tomar una decisión o ver las cosas con mayor claridad. Sería bueno pasar a ser espectador y ver en qué realmente falla Venezuela.

Si Dios quiere, tendré esa oportunidad dentro de poco viajando a otro país y así generar cierto contraste y poder entender qué tanto le hace falta a Venezuela.
Sólo he tenido la oportunidad de salir del país una sola vez (Colombia) y me parece increíble que los Colombianos estén tan avanzados en todos los ámbitos a pesar de su tema de guerrilla y de sus situaciones políticas anteriores. Esto es algo que me generó mucha inquietud, sabiendo que Colombia también es un país considerado como del Tercer Mundo y que se encuentra justo al lado de Venezuela. Si Colombia me mostró esa imagen de país y quedé impresionado, no quisiera imaginar un país desarrollado como España.

¿Vives con cierta frustración la actual situación venezolana? ¿Sientes impotencia y ganas de hacer algo por el país?
Totalmente, me sucede por etapas: al leer noticias, al ir a elecciones, al ver tanta intolerancia entre venezolanos, al saber que no tenemos ningún tipo de garantía en ningún ámbito. Ganas me sobran para sacar el país adelante y de hecho, siendo miembro activo del Movimiento Scout, siento que estoy dando un granito de arena formando jóvenes y logrando de alguna manera que ellos sean unos ciudadanos de bien. Esto logra calmar un poco mi impotencia y mi desmotivación por la situación, pero incluso la realidad es tan fuerte que cada vez se hace más difícil servir a los demás.

¿Hubieses pensado verte en esta situación hace algunos años?
Sinceramente sí y estoy seguro porque mi familia siempre ha estado sumamente clara de la situación Venezolana. Mis papás y mis hermanos siempre han sido conscientes, desde 1999 luego de anunciar al sucesor de Rafael Caldera (II), de que el país iría en decadencia porque la historia lo ha demostrado siempre: Militar no puede estar en el gobierno. ¿El resultado? 15 años de desidia y de retroceso. 15 años de odio y fanatismo. 15 años cuyo plan de gobierno fue utilizar el dolor, la miseria, y las carencia de millones de personas como bandera para lograr atornillarse en el poder. Esto, siendo tan joven, sabía que iba a pasar, y año tras año la situación me sigue dando la razón.

Por último, un mensaje dirigido a los venezolanos que han emigrado:
No hay decisiones buenas y malas, sencillamente son decisiones. Cada una de aquellas personas que han ido a buscar otro norte tienen todo el derecho y la responsabilidad de tomar esta dura decisión para seguir adelante. Cuando de cumplir sueños se trata, no hay nada que pueda detenerlos.
Espero que algún día Venezuela pueda ser el mejor país del mundo y que, estando donde estén, digan que regresarán a sus orígenes y puedan respirar aires de libertad… Venezuela, muy contenta, llorará y los recibirá con los brazos abiertos, como un hijo que se perdió y volvió a encontrar nuevamente su hogar. Pero no sólo que se perdió, sino que aprendió y entendió que no sólo hay que darle tiempo al país, sino también darse la oportunidad de vivir.-