miércoles, 24 de septiembre de 2014

[Testimonios] Venezolanos en el exterior - Juan Vicente Ayala

Hoy los invitamos a leer el testimonio de Juan Vicente Ayala, venezolano radicado en EE.UU., quien nos narra su experiencia como emigrante.
 
 
«Sean consistentes con sus actitudes e intenten en su experiencia afuera ser siempre el ejemplo de venezolanos que queremos que un día sean los que viven en el país.»

Playa "Siesta Key", Sarasota. Fuente: pbfingers.com
 
 
Nombre:  Juan Vicente Ayala Millán
Edad: 29
Profesión: Periodista, latinoamericanista, traductor, lingüista, profesor de español, acordeonista, cajón de inutilidades...
Nivel de estudios: Posgrado
Lugar de nacimiento: Caracas, Venezuela

País de residencia: Estados Unidos
 
¿Cómo nace la idea de emigrar?
No emigré de una Venezuela destruida, pero sí de una en la cual el augurio pesaba ya como una sombra amenazante que muchos ignoraban y otros preferían ignorar. Mi madre es ciudadana estadounidense -nació aquí en tiempos en los cuales a ningún venezolano le importaba tener un pasaporte gringo- y mi familia se planteó la emigración como una experiencia práctica con retorno a corto/mediano plazo  para adquirir nuevas experiencias, conocer un poco más del mundo y finiquitar la ciudadanía mía y de mi hermana, que por razones burocráticas no había podido gestarse.
 
¿Trabajabas en el momento de tomar la decisión de marcharte?
No, apenas estaba graduándome de bachillerato, presentando pruebas universitarias y todo eso. Para mí, fue una decisión adolescente, promulgada en cierto modo por la sensación muy de nuestra juventud de que todo afuera era mejor y más "chévere".

¿Te costaba encontrar trabajo en tu área? ¿Eran buenas las condiciones económicas?
Como dije, no trabajaba aún; sin embargo, puedo decir que estaba a punto de emprender estudios en una profesión que no era ni mi pasión ni mi talento, y en la cual quizá pude haberme desempeñado bien, pero cuya elección era casi exclusivamente una de "poner los pies sobre la tierra y estudiar algo con lo que se pueda vivir". A eso me obligaba Venezuela en aquel momento.

¿Cómo está siendo la experiencia de vivir y trabajar fuera de Venezuela?
Ya son once años de mi venida y ha sido una década llena de altibajos. Debo confesar que, quizá por ser mayor de edad y no un niño, fue fuera de Venezuela donde conocí lo que significa "crisis" y "pasar trabajo". La debacle económica estadounidense del 2007 en adelante le dio muy fuerte a los planes de mis padres, que no son ningunos muchachitos tampoco, y toda la experiencia ha sido una de constante -y cuando digo constante digo 24/7/365- esfuerzo y sacrificio para lograr mantenernos a flote, pero aquí estamos.

¿Consideras que las condiciones, tanto laborales como sociales,  son mejores en tu actual lugar de residencia?
Yo no puedo quejarme de mi situación en los Estados Unidos; aquí he encontrado un trabajo sólido en el campo que estudié y aparte de las facilidades materiales, se obtiene una seguridad personal que es el factor principal por el cual mi familia y yo nos mantenemos acá. Materialmente gozamos de muchas cosas que allá en Venezuela es casi imposible obtener; sin embargo, no considero que socialmente esté mejor en Estados Unidos: es un país donde todo gira en torno al trabajo, y aunque a primera vista este planteamiento  parezca positivo, es difícil conseguir un estilo de vida acá donde se balancee el ser productivo con el ser persona, familiar, amigo. Es un país grandioso pero implacable, donde muchas veces se termina uno pareciendo a un hámster que se monta en una rueda para hacer que le caiga un pedacito de queso y pueda comer.
 
¿Echas de menos Venezuela? Si es así, ¿qué es lo que más añoras?
Sin lugar a dudas, mi familia y mis amigos. Vengo de familias grandes con lazos fuertes y de amigos que son familia y con quienes hay más lazos aún. Siempre medito sobre el hecho de que la emigración es un fenómeno comparable a que hayan desaparecido -queriendo decir muerto- la gran mayoría de los seres a quien conocemos. Si bien puede decirse lo mismo desde el punto de vista de quien se queda, creo que es más sencillo extrañar a cuatro peregrinos que se fueron a extrañar prácticamente todos los rostros que formaron parte de tu pasado. En ambos casos, se trata de un sacrificio enorme. Daría mucho de lo que tengo actualmente por la posibilidad de compartir una vida cotidiana con mis tíos, primos y amigos. Ya eso, sin embargo, me es utópico.

¿Qué es lo que más te gusta de tu actual lugar de residencia?
La seguridad. Poder manejar a cualquier hora, noche, madrugada, lluvia, sol, sin que me pase en el más mínimo instante el pensamiento de que alguien, por puro capricho, puede herirme o quitarme la vida. También me gusta y valoro inmensamente la pluralidad cultural, factor que considero el principal motor de madurez y crecimiento de todo el que emigra. Estar en contacto con otras culturas y aprender sobre ellas ha sido por mucho lo más positivo de mi experiencia como emigrante y me ha permitido incluso entender mejor mi (nuestra) propia idiosincrasia.

¿Y lo que menos te gusta?
La banalidad, que si bien es un problema global, emerge en este país y se exporta con velocidad y éxito espeluznante. En Estados Unidos se encuentra uno de todo, desde lo más virtuoso hasta lo  más bochornoso. Es un país de maravillas evidentes y miserias disfrazadas, donde si uno pierde la ilusión del que queda deslumbrado ante la cantidad y la variedad, empieza a darse cuenta de que todo país, por muy "primer mundo" que sea, tiene sus zonas podridas.

Si las cosas estuvieran mejor ¿te plantearías volver a Venezuela?
Definitivamente; y quiero recalcar que con "estar mejor" podría referirme puntualmente a la inseguridad y el nuevo fenómeno de la escasez. No digo que sea sencillo vivir con todos los otros embrollos de nuestra sociedad, pero esos dos son los principales por los cuales no me planteo un regreso para mí o mi familia.

¿Consideras positiva tu experiencia actual?
Al poner todo en una balanza, sí, definitivamente y a pesar de todo. Pienso que he podido aprender tanto que simplemente no sería la misma persona si me hubiese quedado en Venezuela. En estos momentos mis preocupaciones principales yacen con el porvenir de mis padres, quienes considero que se merecerían el que yo les pueda decir "misión cumplida, vuelvan a casa". El asunto es que ya no hay casa a la cual volver, y eso, por más bien que a uno le vaya afuera, es muy jodido de admitir.

¿Vives con cierta frustración la actual situación venezolana? ¿Sientes impotencia y ganas de hacer algo por Venezuela desde tu actual residencia?
Como he dicho: definitivamente. Ver resquebrajarse el lugar que llamaste hogar y donde están tus vivencias, tus familiares y ancestros no es nada fácil. La esperanza es a veces la peor de las ilusiones: durante estos 11 años, cada elección, cada proceso y cada suceso que nos ilusionó con que la situación venezolana podría mejorar, terminó en fracaso y desilusión.

¿Hubieses pensado verte en esta situación hace algunos años?
Lo más triste es que sí. Cuando nos vinimos en el 2003, en el fondo yo sabía que no era una cuestión superflua. El 11 de abril, el paro petrolero, el discurso oficial lleno de odio y exclusión, todo eso me sirvió para de algún modo comprender que lo que venía en Venezuela no sería juego de niños. Recuerdo que el día que instauraron el control de cambio -apenas semanas antes de venirnos- desperté a mis padres desesperado, paranoico ante la inminente aplicación de medidas totalitarias en Venezuela comparables a Rusia comunista y Cuba. Aunque tomó su tiempo, y aún no llegan a la misma intensidad -espero nunca lo hagan- , los tiempos actuales confirman, por desgracia, mis temores.

Por último, un mensaje dirigido a quienes están pensando en la posibilidad de emigrar:
Emigrar en tiempos como los actuales es una necesidad y una decisión. No dejen que nadie intente convencerles de que se vayan o se queden si no quieren hacerlo, pues al final son sólo ustedes quienes podrán afrontar los retos que vienen sea cual sea su decisión final. También es importante recordar que aunque se vayan lejos, aunque no vuelvan en años, y aunque no quieran admitirlo, no dejarán de ser venezolanos. Aunque sea difícil, no renieguen, no tiren la puerta, no hablen mal del país que hoy -y sí, quizá desde hace mucho- está malherido y no nos puede dar lo que exigimos, porque no sabemos cuándo necesitaremos de él, o él de nosotros. Conozco mucho emigrante que exuda un resentimiento muy fuerte hacia Venezuela, pero de algún modo aún se beneficia de sus bonanzas (CADIVI, mercado negro, negocios que dejaron funcionando allá, quién sabe qué), y esos personajes me inspiran profundo recelo. Sean consistentes con sus actitudes e intenten en su experiencia afuera ser siempre el ejemplo de venezolanos que queremos que un día sean los que viven en el país.-

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